Ésto no es un pedido
más bien se constituye un ruego / una
oración que declama / de rodillas
por su misericordioso ánimo.
Me abandono ante su poder
y espero la salvación.
Antes hice un juramento,
paradoja de la cual no escapo / juré
nunca doblegarme ante la autoridad
pero es que así son las cosas, vidita.
Su deleite es admirar las creaciones
por ella liberadas.
Su albedrío la contenta y es, al mismo tiempo,
lo que la enfurece.
Tu madre es el cielo turbio de otoño
la mía el viento que arrasa el pueblo
y para siempre lo sepulta entre la arena
o hasta el día siguiente
cuando lo deja, tu madre, florecer.
De ambas pido el perdón que cabe
a un preso de las circunstancias
y todavía más, imploro:
no vaya a ser éste el final.
Oh de las cosas que crean
nadie puede objetar acaso un rasgo
y de aquellas que destruyen
nacen mejores.
Es por eso que la entrega
de mi suerte es lo de menos,
no me inquieta en modo alguno
la contradicción que ésto supone;
todavía confío en que los míos
sabrán clavar el puñal
en el momento justo.