no hacía más que correr el día entero
atrás de una pelota
y transpirar la tarde sureña
de mate cocido y tortafritas;
tantos sueños de pasegol
y algún que otro sombrerito:
hazañas de potrero
que alguno todavía recuerda.
Cuando tus besos tenían gusto a chicle de uva
los días pasaban uno igualito al otro
como pasan los recuerdos y las infancias
compartidas al pie de un médano;
uno igualito al otro los días pasan
y más de uno se acuerda
de algún que otro beso de la infancia.
Cuando de uva eran tus besos
el sol salía por el Este
como sale hoy sin que muchos se percaten;
cuando el gusto de tus besos
estaba aún caliente en mis labios
y había perros merodeando en la playa
los pasos nocturnos no dejaban huella
perdidos bajo el peso del agua
o de alguna otra huella
a distinto nivel oculta
por la embestida hermana de otra huella
que pronto sería enterrada / sobre
tus besos y los perros / tal es
la dialéctica de la playa.
Cuando había perros merodeando en la playa
y tus besos eran de uva / como de uva eran tus manos
y tus pestañas de uva eran
solo una mirada era bastante
para saberte venida de otro tiempo
de otra experiencia / de dispares paisajes evocados;
en todos ellos salía el sol por el Este
como ahora también sale
y en esa memoria hay la pregunta
¿qué tan distinta eras? / ¿Qué tan
lejana?
Cuando tus besos eran de uva
las palabras tenían pocos significados
si decíamos arena o árbol o tristezala forma empalmaba justo sobre el contenido
de una realidad que era la única posible
la nuestra / la de los besos
la de los perros / la realidad
de la arena;
y si te decía te quiero era porque te quería.
Ahora que las palabras marcan distancias
y tus besos no tienen gusto a uva
y ya no quiero a nadie
y estamos lejos de la playa
y ya no quiero a nadie
y estamos lejos de la playa
recuerdo que alguna vez te dije
que los silencios son parte de la música.
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