El sol asomaba
sus pestañas en el Este
y nosotros no habíamos dormido.
El sueño me ganaba la partida
al avanzar su alfil
por el centro mismo de la batalla.
Y al ver la última fila de peones
defenderse con sus recuerdos de la infancia
e intentar una contraofensiva
con las uñas como armas / con ballestas de barro / con
bostezos y suspiros
hasta caer finalmente abatida,
me dijiste algo de una taza de té
que tomamos, luego, en un balcón
con floreros y ropa que tendiste sin mirar
siquiera el tamaño
ahí te acordaste que nosotros siempre
y que cuánto te gustaba
pero a veces cuesta lo que cuesta y es mejor así
que no cueste nada / ni cueste
todo eso que cuesta
y no tuve más remedio que decirte
lo mucho que te parecías a un tango
y te canté un pedacito de ese tango
con la única nostalgia de la que soy capaz
la amargura y el resentimiento.
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